-Qué gusto que haya venido a tomar tecito conmigo. Un momentito y le prepararé unas masitas con queso que estoy segura le gustarán mucho. Tome asiento, tome asiento, así, bonita con el vestidito rosado que se lo pedí prestado a la Mónica, especialmente para usted. ¿Sabe? La Mónica es muy tacaña a veces, pero le prometí contarle si oía algo sobre la señora Agusta, la jefa, como usted comprenderá, señora Carolina.

Qué rico tecito, ¿no es verdad señora Carolina?. Y está servido en estas tacitas que mi mami me regaló pero que yo las guardo solamente para días especiales en los que quiero hablar con usted y sólo con usted.

¿Sabe?, mi padrino ya no viene mucho por aquí y yo creo que es mejor, no me gustaba ya salir en sus autos grandotes porque él siempre quería jugar conmigo. La verdad es que me da mucha vergüenza y sólo se lo cuento a usted, señora Carolina. Mi mami dice que es una bendición para nosotras ya que sin él, ella tendría que trabajar mucho más para poder pagarle a la doña Agusta el departamentito este, pero a mí no me agrada y quisiera que nos fuéramos a otro sitio, pero mi mami dice que es imposible porque le debe a la doña un montón de plata, de cuando nos vinimos a vivir a La Paz. Pero yo ya ni me acuerdo porque era muy chiquitita.

Señora Carolina, ¿a usted le gustan los helados?. A mí también. Son bien ricos cuando hace un poquito de calor y una tiene como sed. Mi padrino siempre me compraba uno después de ir a almorzar, me decía que los de la quinta eran malos y por eso parábamos en una tiendecita en Calacoto a comprarlos, con su barquillo y todo. Bien ricos que eran, señora Carolina.

Ahorita vengo, señora Carolina, voy a traer la radio para poder bailar un poquito ¿bueno? Así como mi mami y las otras chicas lo hacen cuando las veo a escondidas desde arriba del techo del primer patio. Bailar es bien lindo ya que una da vueltas y vueltas hasta marearse y se queda cansada sin casi poder respirar y eso me gusta porque, por momentos, es como si todo desapareciera y te volvieras invisible como en las series de televisión, como cuando la Mujer Maravilla desaparece de por sí. Lindo sería,¿no?, poder irse así no más con giritos y giritos.

¿Y cómo están sus hijitos, señora Carolina?. Espero que bien. Lo que es yo, no me voy a casar nunca, nunca, para qué. He visto a mi mami llorar porque mi papi se fue muy lejos cuando yo ni había nacido ni nada. Lejísimos, lejísimos y siempre mi mami esperando que vuelva pero ahora ya no, ahora está mi padrino, que es como si fuera el principal esposo de mi mami, pero ella a veces se va con otro y otro y cuando le pregunto me regaña y me dice que soy muy chiquita para entender y que no lo cuente a nadie en el cole, que ella no es como las demás chicas que trabajan aquí, que ella es como una encargada pero a veces que ni modo, se necesita la plata pero que felizmente mi padrino nos ayuda que si no fuera por él ella sería como las demás. Y yo no entiendo, señora Carolina, pero tampoco me importa mucho. Yo no quiero llorar. A veces me gustaría tener un papi que me quiera y abrace mucho, como esos que veo a la salida del cole con sus hijas, y las alzan y las besan y todo, o como en esa película que me llevó a ver mi padrino hace tiempo en que el papi tenía mucho hijos y los quería y se reían juntos aunque a veces los gritaba por malcriados. Yo no sería malcriada, sino educadita y, como ahora, haría mis tareas y no contestaría a mis mayores. Pero sé que mi papi no jugaría como lo hace mi padrino, señora Carolina, que no me gusta pues, me duele y me siento sucia.

¿Una masita más, señora Carolina? ¡Huy, qué ricas que están!. Las preparé yo solita. Mi mami me enseñó a hacerlas de canela y crema de durazno con muchas pasas, de la cajita colorada, y trocitos de confites. Mi mami es bien buena, me enseña todo, todito. Me gusta estar con mi mami pero nunca casi salimos juntas, a veces la acompaño al mercado cuando la Santusa no regresa de su día feriado. Pero casi nunca, porque ella duerme todito el día y está cansadísima cuando yo no tengo cole. Pero mi mami es bien buenita y me regala juguetes y me compra figuritas para llenar esos álbumes que me encantan por sus colores. Pero a veces no la quiero, de verdad. Mi mami se tendría que dar cuenta de cosas que no le digo y no debería obligarme a salir con mi padrino, pero no, si le digo que no quiero ir se pone muy triste y me promete cosas y premios. La odio, la odio, la odio. Y un día que llegué muy enfermita ni se fijo en las gotitas de sangre que tenía en mi calzón y me dijo que estaba sucia por jugar tanto en el tobogán de la quinta y cuando le quise contar que no había ido a ese sitio, me miro y ya no le pude decir nada de nada. Y esa noche antes de dormirme me dio un beso y sentí que su cara estaba húmeda y que había llorado y yo me sentí mal porque tal vez yo era la mala por haber hecho que mi mami se ponga triste. Pero también la odié y no se por qué, tal vez porque me dolía mucho y ella no podía curarme. Ahora se ve muy triste porque el padrino casi ya no viene por aquí y me dice que tal vez sea mejor así, pero creo que ella lo extraña.

Bueno, señora Carolina ha sido un gusto tomar tecito con usted pero ahora ya me he estado aburriendo un poco y quiero ver la tele un rato. A ver, Carolina, a ver, déjame que te guarde en tu cajita envuelta con trocitos de papel de seda para que tu pelo esté bien nuevito y brilloso y también que guarde tu vestidito y lo doble bien en su caja para cuando juegue de nuevo a las amigas contigo.